...intentando seguir creyendo en las hadas...

jueves

...y esperarte...

11.sept.2010

De verdad que no entiendo el porqué de seguir escribiendo de vez en cuando sobre tí.
Sábado (ya domingo, en realidad), seis treinta de la madrugada, after party, camisón y sábanas de por medio y yo escribiéndote, cuando supuestamente he pasado página y eres un capítulo olvidado de mi vida.

Y sin embargo no.

No sé muy bien qué tipo de poder ejerces sobre mí, porque esta historia empieza a parecer el cuento de nunca acabar.

Porque llevo un montón de años superando "lo tuyo", porque ha habido taaaantos y tan variados tios de por medio que no sé a santo de qué vienes, pero siempre vuelves.

¿Porqué hoy, por ejemplo?
Sencillamente porque casi todo me recuerda a tí.

Esta noche, de casualidad, he coincidido con una antigua compañera de ambos. Podría relacionarla aproximadamente con otras cien personas, y sin embargo eres tú el que me viene a la cabeza al verla.

¿Quién sabe la causa?

En realidad te digo que ya no sufro absolutamente nada por tu indiferencia, porque está totalmente asimilada.

Pero no puedo evitar alegrarme muchísimo cada vez que te veo, saber algo de tí de vez en cuando y pensar que, en algún momento de tu existencia, sentarás aunque sea solo un poquito la cabeza y te darás cuenta de lo que tienes, y que, seguramente para entonces, yo seguiré aquí incondicional, sin importar el tiempo que pase, ni la cantidad de desaires que puedas hacerme, ni las cosas que me hayan pasado, porque como te decía antes, ejerces un tipo de influjo sobre mí que hace que, cada vez que creo que te he eliminado total y enteramente de mi mente (luego siempre se comprueba que es un absoluto autoengaño pero que, durante un tiempo funciona asombrosamente bien), apareces de nuevo por casualidad en mi vida; quizá unos minutos o unas pocas horas, y no vuelvo a saber de tí en meses; pero esos instantes son suficientes para que, durante tres o cuatro meses, yo siga día tras día teniéndote presente.

Has de saber, aunque sea un poco humillante para mí, que he llegado a la conclusión de que voy a esperarte hasta que, bien entres en razón, bien aparezca alguien más idóneo para mí; porque tras cuatro años sigo sin comprender qué es lo que tienes que me hace quererte solo para mí; qué es aquello que admiro o que me gusta de tí, porque como digo siempre; no sé si a modo de consuelo o para hundirme un poco más; me siento muy superior a tí en todos o casi todos los aspectos a tener en cuenta.

No sé qué es lo que cala en mí de manera tan profunda que me hace compara a todos contigo. Y descubrir con gran asombro que si no eres tú, no quiero a ninguno. Y que en el caso de quererlo (Por lo general, solo durante un rato), solo hago caso a réplicas de tu persona.

Así que para concluír te digo que, hasta nueva orden (que, aunque deseo fervientemente que el capitán mande mucho me temos que no será así) seguiré aquí aunque de manera consciente ni lo sepas ni lo quieras.
Que me niego a sufrir ni una centésima más, que seguiré queriendo verte o encontrarme contigo en cualquier sitio por casualidad, pues, ¿sabes una cosa? Verte, pese a que tú no pienses más allá, me hace feliz por un tiempo, aun sabiendo que, de momento y durante un largo período, esta es una historia imposible, porque eres un egoísta y un cabezota.

¿Quieres leer una última confesión?
No me gustan nada las parejas desequilibradas. Nada de nada.
Ver a uno de ellos entregado hasta los huesos y al otro mojarse solo hasta las rodillas o quizás, no ser así del todo en realidad, pero mostrarlo de esa forma ante el resto.
Es penoso, dá lástima, me produce verdadero congojo y sentimiento de compasión.

Desde el principio de los tiempos, dije a todas mis amigas ( o al menos a aquellas a las que tuve la valentía de hablarles de tí), que jamás me casaría contigo, y que, de hecho, no obedeces a ni una sola de las premisas de mi infantil lista de "EL MARIDO".
No el marido perfecto, sino EL marido, ya que si no cumpliese todos los epígrafes de la lista (o el 90% de ellos porque debido a mi ligera tendencia hacia la bipolaridad hay apartados que pueden contradecirse un poco) no merecería tenerme como esposa.

Un día llegué a la conclusión de que, aparte de no cumplir ni de lejos con nada de lo aparecido en la lista, entre nosotros siempre habrá una palpable diferencia de adoración el uno hacia el otro e, infinitamente más disposición por mi parte hacia tí que viceversa, algo que, como te he dicho antes aborrezco y, podrás suponer, en mis cabales nunca permitiría.

Pero ¿sabes? Un buen día, no recuerdo muy bien cómo, me dí cuenta que tratándose de tí poco me importaba, porque solo con el hecho de que me quieras o simplemente me prefieras al resto y me elijas como única, yo soy absolutamente feliz.
Y me da inmenso pavor decir esto, porque implica que por tí me rebajo a lo que sea.

Pero lo cierto es que no creo ser capaz de despertarme alguna mañana pensando en la sonrisa de otro, o de poder encontrarte una tarde en una terraza de la ciudad besando a alguna otra, porque creo que moriría.

Porque hasta hace no mucho yo tenía un corazón grande, vivo, enérgico y cambiante, que se ha ido ennegreciendo y haciéndose más pequeño con el paso de tu desidia, y que ahora, está inhabilitado para poder amar a otro, haciendo incluso que aquellos que ya estaban dentro y formaban parte de él salgan o pasen a un segundo plano.

Porque no me quedan lágrimas que derramar. Mi corazón está tan seco que no hay manera de exprimir ni una gota, que no me quedan fuerzas para intentar rehacerlo y que, en realidad creo que ni siquiera quiero hacerlo. Que prefiero seguir esperándote y anhelándote durante el resto de mi vida a pasar página, callar de un tortazo a mi corazón, ahogar sus protestas y buscar a otro que pueda quererme, pero no hacerme feliz, porque eso está solo en tus manos

miércoles

Try

17.dic.2010

Lo intento, juro que lo intento.
Pero no se porqué el resultado siempre es nulo.
Cada vez duele menos, eso sí.
O duele lo mismo pero el tiempo de sufrimiento es menor.

Y es que no sé muy bien de qué va este juego, no entiendo su funcionamiento.
Quizá no soy demasiado lista, pero...¿Es tán difícil? ¿Qué truco encierra? y, lo más importante...¿Tiene algún tipo de objetivo?

Varias teorías, cientos de ellas, de hecho, rondado mi cabeza en multitud de ocasiones, tras cada encuentro, pero creo no haber dado aún con la verdadera.

No sé si simplemente te gusta hacerme sufrir, si disfrutas viéndome así, si eres tan perverso y retorcido que te regodeas en el dolor ajeno.
Me gustaría pensar que no es así, ya no solo por mí, sino porque me preocupas, pero ya no le encuentro más sentido a esto.

¿A qué tanta molestia en pasar de mí?
Si te doy exactamente igual, ¿no sería mucho más sencillo ignorarme, o tratarme de forma indiferente? ¿ o darme el mismo trato que al resto?

No, conmigo tienes que ser maleducado, insultarme, no despedirte de mí, ni tan siquiera saludarme pese a saber perfectamente que estoy ahí, que he llegado y que, más tarde vendrás a hablar conmigo.

Tienes que levantarte a recibir a todos los recién llegados, ponerte frente a mí, hacer una mueca de circunstancias y seguir de largo.

Tienes que despreciarme cuando intento, de forma políticamente correcta ir a saludarte.

Tienes que acercarte un rato después a darme conversación de forma encantadora, a adularme con mucha sutileza y expresándote entre líneas y a vacilarme un poco.

Y tienes que marcharte después de la misma manera que llegaste, mirándome a los ojos e ignorándome.

E intento entenderlo.

Lo intento, juro que lo intento...

domingo

Tenías que ser así...


27 de julio de 2010
Tendrías que ser un desastre, un vago, un fracasado, un vividor, un imbécil, un borracho, inoportuno.
Tendrías que contar chistes muy malos pero tener sentido del humor, hacerme reir, ser leal y buen amigo, leer mucho, inteligente, extrovertido y a la vez un caso perdido.
Tendrías que ser despistado, poco organizado, sincero y cabezota, dificil, coherente, defensor de tu ideología y no quedarte callado, confiado pero discreto, y mirar más allá de mis ojos, conseguir hacerme creer que eres un romanticón sensible pero ser un bruto malhablado, ser gracioso, ponerte nervioso cuando estemos muy cerca pero no aparentarlo, y respirar profundamente suplicando que me aleje.
Tendrías que estar loco, hacer cosas que a nadie se le pasaría por la cabeza hacer jamás.
Saber de la vida, y no tener miedo a arriesgar, levantarte de cada caída y reirte de cada una de ellas en vez de lamentarte y convertirte en una persona que no eres.
Darte cuenta tarde de las oportunidades que te plantea la vida para que trabajes duro por volverlas a tener y conseguirlas.
Tendrías que adorar a tu madre, ser divertido, saber cocinar, saber estar, enterarte de todo lo que pasa cuando te intente ocultar algo, tener picardía, sonreir, ser único.

Fragmento de Bienvenido a casa

Una simple pregunta. Sabía cual debía ser la respuesta, sobre todo si no quería complicarse la vida. Sólo tenía que decir "creo que no sería conveniente" y todo acabaría allí y entonces.
Pero guardó silencio durante unos segundos. El demonio de la indecisión se enfrentaba a ella, la provocaba, la desafiaba. ¿Por qué no responder? No lo sabía. Pero cuando le miró a los ojos, buscando la respuesta que necesitaba, vio al hombre del que una vez se había enamorado, y de repente todo se aclaró.
Había pensado dejar esta habitación para que revelaras tus fotos, pero si prefieres mantener las distancias...No quiero que se pierda el misterio.
- Creo que podemos arriesgarnos.
- ¿Seguro? Vivir juntos es pisotear el amor.
- Resistiremos.
- Vivir juntos es como meter el amor en la trituradora, meterle el dedo en el ojo. Es como regar una flor con ácido sulfúrico.
- Yo te voy a querer siempre.
- ¡No seas cursi! Me conformo con que me quieras 5 minutos...y luego 5 minutos más...y 5 más... 

Momento de superación

Esperando a experimentarlo...


No sé... yo a veces también, aunque miento por decir solo a veces, pero es así.

Fue aquella historia que siempre contarás como experiencia, siempre adrenalina, la tensión que se respiraba en el aire y jamás se ponían las cartas sobre la mesa, o bueno... tal vez sí, se contaba todo; el problema era la tardanza para hacerlo porque provocaba espera, autodestrucción, impotencia, y al final... cansancio.

Siempre he pensado que tengo que luchar por lo que quiero, pero cuando lo que quiero me dice que no lo haga... vuelve a cambiar todo, pero créeme que lo intenté, que te recordaba con cada canción, con cada película, en cada lugar...

No sé si fue orgullo o impotencia, o tal vez era el dolor quien estaba acabando conmigo, asique acabé con todo esto, aunque me de cuenta de que no del todo, porque yo a veces, o no solo a veces... también.

La verdad es que son cosas que pasan, llegan de forma inesperada, cuando ya tienes todos tus planes hechos y esto no entraba en ellos, lo mejor es dejarlo pasar, pero... ¿sabes? lo considero un imposible, o más bien... un accidente afortunado

Es bastante curioso el comienzo de algunas cosas, esas que nunca habían entrado en tus planes, en las que jamás habías pensado, por las que nadie habría apostado... Pero ahí están, llegan, y lo hacen en el momento menos esperado, mientras esperas el autobús o caminas hacia clase... las miradas. Estas desempeñan muchas veces un papel muy importante, y por ellas uno es capaz de aclararse en una décima de segundo, y todo aquello que habías planeado, todas las estrategias que habías pensado... se rompen, porque ya no importa nada, porque ya no quieres darle mas vueltas a todo aquello que te ha hecho daño: el pasado.
 Y con una mirada alguien puede transmitirte lo que tanto tiempo andabas buscando: felicidad, aquello que llega sin avisarte y con quien menos te lo esperas. Todo llega.

Muchas veces, o más bien siempre, llegaba tarde a sacar esa conclusión; siempre duraba meses, fríos meses, alguna vez llegaron a ser años.
Tenaz, me quedo parada frente a la puerta cerrada hasta que mis ojos se congelan, hasta que me quedo sin aliento, al borde de la locura, ¿sabes? si Dios te puso en mi camino (ahora, a la larga, cuando he conseguido olvidar...) sé que fue por algo, sé que nunca llegaste a sentir lo que yo sentía, pero conseguí otras cosas: ser más paciente, llevar una sonrisa cuando estaba en la profundidad, hacerme fuerte, querer, rezar para que al menos uno estuviera bien.

 

A esas dos personas que hacen que me divida

Madrid, abril de 2010
Me gustaría no tener que pensar en esto, porque en el momento en el que lo haga, tendré que tomar una decisión.
Una decisión a la que tengo miedo, porque sea la que sea, va a resultar dolorosa, y no estoy segura de saber escoger la correcta.

Podría prolongar esta situación por más tiempo, pero mi cabeza me dice que cuanto más tiempo pase, más lejos estaré de poder solucionarlo.

No quiero tener que decidir, porque no quiero perderos a ninguno, y menos cuando ya os habéis perdido el uno al otro.

Sopeso varios factores: quién me necesita más ahora o a cual necesitaré yo en el futuro; a quién conocí antes o con quién durará más la relación; quién ha estado en los ratos duros, con quién mantengo mejores conversaciones o hago planes más divertidos.
Pero ninguna de estas respuestas me convence del todo ni me lleva a tomar una decisión definitiva.

Es extraño, ¿sabéis? Siempre he creído que la amistad no conoce límites y que el amor puede con todo.

Entonces, ¿porqué cuando los juntas acaba en desastre? ¿porqué cuando un amigo se enamora de otro la relación se corta, se tensa o se vuelve tan extraña que es insoportable? ¿porqué cuando te enamoras puedes llegar a perder a tus amigos?

O lo que es peor, ¿porqué tienes que elegir entre un amor y un amigo?

Si las medias naranjas existen, ¿porqué hay tantas veces un tercero en discordia?

¿hay algún modo de saber con certeza quién es el que sobra en el triángulo?
En ese caso, me gustaría serlo, o más bien no haber formado nunca parte de él, ya que así no tendría que elegir a ninguno de los dos y podríamos ser, como hemos sido siempre los tres mosqueteros, los amigos perfectos, el trío ideal.

Pero esto se acaba.
Mi corazón me dice una cosa; mi cabeza lo contrario, y a ratos, cabeza y corazón intercambian su posición y se ponen en la postura del otro.

Cuando os miro, solo veo buenos recuerdos; soy incapaz de pensar en el futuro.

Pero ha llegado el momento de hacerlo, porque sino terminaremos los tres por salir perjudicados.

A la que un día fue mi siamesa

Madrid, diciembre de 2008
Creo que ha llegado el momento de coger el tren.
Coger ese tren que llevo esperando tanto tiempo, ese tren que nos separará de una vez por todas, ese tren que cada año que pasa me invita a entrar con más intensidad, que tras cada conversación, encuentro o llamada telefónica pido a gritos que aparezca, pero que, cuando llega me dá miedo coger.

Creo que a tí te pasa un poco lo mismo. Lo personal tira, pero los lazos y, más si hay sangre de por medio, tiran mucho más.

Puedes desligarte de los amigos, el trabajo, incluso de tí misma, de tu pasado... pero hay que ser muy muy valiente para desligarte de tu familia, porque al fin y al cabo es la mezcla de todas las anteriores juntas: Son tus primeras amistades, tu responsabilidad más honda, todo lo que has vivido ,la causa de porqué has vivido y forman parte decisiva de tu propia identidad.

Y eso es lo que significas para mí, pero ya no encuentro el nexo de unión entre ambas, porque de haber compartido cuna, chupete, comida, muñecas, recuerdos y confesiones, hemos pasado a quedarnos en silencio cuando estamos más de quince minutos a solas.

Antes era todo muy fácil: pasábamos casi todo nuestro tiempo juntas; mi casa, mis hermanos y hasta mi propia madre eran tan tuyas como mías.
Los amigos, la educación, los juegos, los planes y las conversaciones, aunque no fuesen las mismas eran exactas.
Si alguien que no nos conociese oyese la historia de nuestras vidas, seguramente pensaría que le ha sido narrado el mismo cuento dos veces.

Pero en todos los cuentos, hasta en los de princesas, hay un elemento que lo estropea todo,aquello  que soñamos alcanzar hasta los 20, empezamos a temer a los 30 y nos quita el sueño a los 70; eso  que en Nunca Jamás no existía, eso que en medicina alude al final de la vida, esa dichosa madurez que está separando nuestros caminos.

Es paradójico, pero cuando pinté mi cuarto, tiré todo lo que había para decorarlo de nuevo. Pero me olvidé de los cuadros, así que, durante mucho tiempo las paredes estuvieron vacías.
Cada vez que entrabas, decías que parecía una sala de espera, impersonal, todo blanco, que tenía que hacer algo con  las paredes.
Por eso, al cumplir los dieciocho me regalaste un mural con fotos en las que solo salíamos nosotras.
A los dieciocho...ese primer año de universidad y último de compenetración...

Hasta ese momento éramos un tándem perfecto: una rubia, pequeñaja, activa y fácil de contentar; la otra más bien todo lo contrario, ambas adorables por separado pero inaguantables cuando nos uníamos.

Inagunatables porque juntas nos daba todo exactamente igual, porque no existía nadie más que yo para tí y tú para mí, porque podíamos pasarnos un mes entero aisladas en un pueblecito sin absolutamente nada más que hacer que mirarnos las caras que cuando volvíamos a Madrid lo único que queríamos era que llegase el momento de volver a vernos; porque podíamos pasar todo el fin de semana juntas y tirarnos el domingo por la noche seis horas colgadas del teléfono sin contarnos nada nuevo; porque los chistes más viejos y más escuchados, de la boca de la otra siempre eran graciosos, porque ese pavo adolescente que intentábamos ocultar delante de todo el mundo salía a borbotones en cuanto cruzábamos un par de frases....

Pero todo eso ha terminado.
Cuando crecemos un poco (no digo maduramos, ya que es entonces cuando nos damos cuanta de que las cosas importantes son las de toda la vida), buscamos cosas nuevas, cosas excitantes, cosas desconocidas, así como personas que nos lleven a estos universos.

Por eso nos juntamos con personas muy diferentes a nosotros, que, finalmente terminarán por desaparecer como malos recuerdos o por convertirnos en algo parecido a ellos.

Y creo que nuestra grieta está precisamente ahí.
Yo me lancé en una época de locura y probé lo desconocido aunque adentrándome con pies de plomo, pero al final, no sé si por comodidad, por miedo o por conveniencia, terminé por volver de donde venía, a la misma gente, los mismos planes, la misma forma de pensar y los mismos hábitos.

Tú, de forma quizá más pausada, optaste por quedarte donde estabas hasta reunir un grupo lo suficientemente grande como para explorar esos nuevos mundos en compañía, y como todo aquello es muy tentador, sobre todo si  no vas solo y tienes gente de toda la vida a tu lado, optaste por quedarte.

No sé si saldrás de allí algún día, ni si ese día llega en algún momento, volverás a donde esté yo.
La única certeza que tengo es que no me gusta nada en lo que te estás convirtiendo.
Seguro que, mientras yo veo como te pierdes a tí misma,tú pensarás en  todo lo que me estoy perdiendo ahora, y esa es la discusión a la que llegamos cada vez que vamos un poco más allá de los típicos “qué tal estás ,cómo te va todo, alguna novedad...”

Nuestros encuentros se han convertido en momentos aburridos que queremos que terminen lo más rápidamente posible, y que, sin embargo; si dejan de tener lugar, ese tren del que hablaba antes nos arrastrará hacia dentro y no podremos volver a la estación en la que, separadas por unas vías nos miramos ahora.

A aquella que me reemplazó

A aquella que me reemplazó
Madrid, mayo de 2008

Supongo que estás bastante sorprendida de aparecer aquí, y, sin embargo, eres una de las principales causas, sino la primera, de todo este caos.

Hace poco me preguntaste por teléfono: ”Porque...tú y yo ahora estamos bien ¿verdad?”
“Sí, claro...¿porqué no iba a ser así?” Te contesté yo.
Pero me dejaste bastante intrigada.
¿ A qué venía aquello? ¿A qué una necesidad de confirmar de manera tan clara nuestra amistad?
En realidad creo conocer la respuesta.

Aunque tu vida ahora no tenga nada que ver con la de antes y, parezcas o seas realmente feliz por ello, necesitas algo que te una con tu pasado, y ya el único nexo que te queda soy yo.

Necesitas esa confirmación no por cómo vives ni por lo que haces, ni siquiera por con quién estás, sino por tí misma, para saber que, aunque en otra situación, sigues siendo la misma persona.

Ahí sí que no puedo ayudarte, porque no conozco la respuesta.
Solo puedo decirte, si sirve de algo, que como decía Ortega, yo soy yo y mis circunstancias.

Ortega. Irónico, ¿eh?
Fue después de su examen cuando estalló todo, cuando para mí tuvo lugar la despedida, despedida de esas interiores y unilaterales de las que ya he hablado.

Fue el momento en el que ese hilo que en un inicio fue una cuerda gruesa y durante todo ese año se había ido debilitando cada vez más y más se tensó hasta romperse.

Tuvimos muchas peleas.Unas por mi culpa, otras por la tuya,varias por la de ambas e infinitas por la situación.
Sin embargo eran peleas pequeñitas, piques tontos, pero de esos que se juntan y van formando una pelota gigantesca.

Fueron como pequeñas batallas; y, en la guerra nunca se sabe cuántas batallas se van a librar hasta conseguir la victoria o la rendición del contrario.
Pero como esto no es la guerra, sino la vida misma; ni hay batallas, ni hay contrarios ni hay tampoco victorias.

Porque, en realidad, ambas luchamos codo con codo por una causa común, pero cada una guiándonos inconscientemente hacia una meta distinta.

Reconozco mi parte de culpa en todo esto.
Los celos pudieron conmigo. Pero nos celos de un novio posesivo, sino los celos del príncipe destronado; los celos de ese niño que pasa a un segundísimo plano con la llegada de un hermano nuevo.

De golpe dejé de ser tu juguete favorito para ser aquel que tienes guardado y utilizas mientras se cargan las pilas del otro; el coche viejo que coges cuando el tuyo está en el taller.

Pero como yo era juguete de un solo dueño, no pude reemplazarte tán facilmente como lo hiciste tú.
De hecho, a día de hoy mi vida está totalmente recompuesta, pero nadie ha llenado el vacío que tú dejaste.
La verdad es que no creo que ese lugar lo ocupe nadie nunca, porque ni es fácil ni quiero que eso suceda.

Poque como ya he dicho, la gente siempre termina por irse, y, total, para que lo reemplace durante un tiempo alguien que luego desaparecerá, prefiero seguir reservándote ese sitio aunque estés en un standby permanente.
En ese estado comatoso, pero sigues presente.

Porque no he conseguido decirte adiós, porque aunque el hilo que nos unía se rompió y nunca llegue a regenerarse, se le pueden hacer nudos.

Porque sí hubo una despedida. No un adiós, tampoco un hasta luego, sino...algo más parecido a un “nos veremos en otra vida”.

Ahora estamos en esa nueva vida, en la que no creo que pueda volver a decirte adiós; porque para decir adiós, primero tiene que haber un hola convincente, que, por el momento y hasta que no te despidas de otras ataduras de tu vida, creo que no vas a poder pronunciar...

Carta a aquel que no quiso escucharme

Madrid, finales de noviembre. 2009

Todo ha terminado, por fin se acabó.
En realidad termina algo que nunca llegó a empezar, algo que nunca tuvo un comienzo, algo que, seguramente solo existía en lo más profundo de mí.

Es  duro que las cosas con una persona a la que has querido tanto terminen tan mal.
Las peleas y las discusiones a veces son horribles, pero es mucho peor que no las haya, que no te dejen hablar, que te den la espalda y se alejen cuando por fin, después de tanto tiempo has decidido sacar a la luz todo lo que sentías.

Aunque solo fuese por desahogo, aunque supiese que no iba a ir a ninguna parte y la respuesta iba a ser, con toda probabilidad una negativa; necesitaba contártelo.
Pero no.
Ironías de la vida.

Creí que nunca podría decírtelo, que si tú no dabas el primer paso o la situación no era la idónea nunca llegaría a desnudarte mi alma.
Creí que me moriría de vergüenza, de miedo o de humillación, porque era casi tangible que me ibas a rechazar.

Pero el silencio, como el amor nunca es para siempre.

Después de tanto tiempo, de tantas lágrimas, de tantas noches dando vueltas sin poder dormir, o peor, agazapada en quién sabe qué rincón de la ciudad, etílica perdida; después de tantos y tantos momentos de silencio, la desesperación termina siempre por ganarle la batalla  a la vergüenza, al miedo y a la humillación.

Necesitaba hablar contigo, habar en serio y no como siempre, escondiendo verdades entre dobles sentidos, ironías, bromas, pullas y algún que otro insulto.

Necesitaba decirte que ya no me quedaban más fuerzas para  aguantar esa situación, ese continuo tira y afloja, ese ahora sí, ahora no, ese ni contigo ni sin ti, el pasarte  una noche entera solo conmigo y después estar tres meses sin saber absolutamente nada de tí.

En realidad no sabía ni cómo empezar ni qué quería decirte.
Ni siquiera sabía si hablaría contigo en busca de una respuesta o simplemente te pediría que te alejases definitiva y totalmente; que cuando me vieses no vinieras a saludarme (aunque, la verdad, ambos sabemos que eso nunca lo haces, siempre esperas desde algún lugar en el que, sin mucho esfuerzo, pueda fijarme en que me estás mirando y te das has dado cuenta de que he llegado; esperas a que vaya yo a saludarte, y te resistes a darme ni siquiera un beso, y me castigas con algún vacile y  esa media sonrisilla de niño travieso siempre en la cara).
Pedirte que no me escribieras de vez en cuando con cualquier tontería para picarme, que si te encontrabas conmigo en alguna fiesta,no me utilizases como tu bufón particular para pasártelo bien y tener compañía esa noche, que no vinieses a buscarme a clase para pedirme la calculadora, unos apuntes o algún que otro libro, porque todo ese tipo de cosas me hacían pensar que tenías un mínimo interés y que no era igual que las otras.

He de decir en tu favor, que me consuela que, aunque yo te de igual y no signifique nada para tí, te pasa lo mismo con las demás.
No sé si jugarás con todas como haces conmigo, ni si hay o ha habido alguna más sufriendo por tu culpa, porque los humanos somos así de tontos y de orgullosos, preferimos que de cara al público nuestra vida parezca de ensueño aunque estemos totalmente derrumbados por dentro, a mostrar  ante el resto cualquier signo de debilidad.

Me consuela que, si no has querido tener nada que ver conmigo, al menos no ha sido porque lo quieras con otra, sino por la sencilla razón de que eres un egoísta y prefieres vivir tu vida sin ningún tipo de ataduras y sin tener que rendirle cuentas a nadie.

No te lo reprocho, porque la verdad, es que si no es por tí, yo también prefiero ser totalmente independiente y hacer lo que me venga en gana, cuando quiera, con quien quiera y como quiera.

En realidad, es lo que hago y lo que he hecho hasta ahora, pero siempre con la duda, el temor o la esperanza de que eso pudiese cambiar, pero como ya he dicho antes, si no era contigo, ese cambio es más bien una complicación gratuíta en mi vida.

Ya no pienso en ti, ni lloro por las noches, ni me atormento con esas preguntas destructivas tipo qué hice mal, qué dejé de hacer, qué malinterpreté o de qué pude no darme cuenta, porque no van a ninguna parte, porque el problema no lo tengo yo, ni lo que haga ni lo que diga, el problema está en que tú ni te percatas de todo eso porque te doy igual.

Es más, no te doy igual, te doy absolutamente lo mismo, porque ni siquiera has sido capaz de escucharme, ni siquiera tuviste la valentía de oír  todo lo que tenía que decirte, porque sabías de qué iba el tema e iba a ser incómodo para ti, y por no pasar un mal rato; que al fin y al cabo ni te iba ni te venía y acabaría por olvidársete; me has dejado con la palabra en la boca.

Pero, ¿sabes? Al final ha sido productivo, porque después de casi tres años, este es el adiós definitivo, el adiós que he intentado decirte una y otra vez, el adiós que salía de mi boca, envolvía la parte racional de mi cabeza pero mi corazón no asimilaba.

Ha hecho falta una pequeña humillación, una decepción y un escaqueo por tu parte para darme cuenta de que todo esto ya no lleva a ningún lado, que  tengo que decirte un adiós tajante y no un inseguro hasta luego, que aunque no quieras escucharme, que aunque durante un tiempo necesite odiarte en silencio y desear que sufras lo que yo he sufrido, este adiós es definitivo.

Seguramente pase un tiempo hasta que te elimine apor completo de mi cabeza, y sé que me va a costar mucho tiempo, esfuero y voluntad encontrar a alguien que me guste como me has gustado tú; sé que hasta que no aparezca otro (si aparece), vas a ser como un fantasma que me ronde en los peores momentos, cuando esté triste, me sienta sola o tenga la autoestima por los suelos.

Pero necesito decirte definitivamente adiós. Aunque no quieras escucharme.

Manifiesto de las despedidas

Madrid, febrero de 2010

La gente siempre termina por irse.
Da igual lo importante que haya sido una persona para ti, da lo mismo lo que hayais vivido, lo que haya significado , el tiempo que hayáis pasado juntos o lo que te haya marcado; en el amor y la amistad PEOPLE ALWAYS LEAVE.

Es indiferente el hecho de que sea por decisión propia o ajena, por un malentendido o por malas intenciones, por cansancio y desgaste o por un desengaño.
No importa si es una ruptura rápida y decisiva o un proceso de distanciamiento; todos terminan siempre por desaparecer.

Personas que han formado parte de tu vida, que lo han significado todo, por quienes te has levantado alguna mañana de esas en las que todo es negro, personas sin las que pensabas que tu mundo carecería de sentido, personas en las que crees haber repercutido…
...personas que de pronto son eliminadas, no significan nada o lo significan todo sin quererlo.

Siempre hay un momento  decisivo.
Aunque se trate de un distanciamiento producido poco a poco, llega un instante en el que se produce la ruptura, el momento del adiós, de la despedida, de la decepción, de la absoluta indiferencia hacia una persona o el de la obligación impuesta por uno mismo a olvidar.

¿Hasta qué punto el sufrimiento de esa pérdida compensa una felicidad pasada?

Estoy harta.
Estoy harta y tengo miedo  de que la gente entre y salga de mi vida porque no soy un pasillo , ni una galería, ni una sala de espera donde pasar un tiempo, donde es indiferente el si te quedas o te vas.

Tengo pánico al amor, porque el amor se acaba, el amor termina por desaparecer o extinguirse, pero, con demasiada frecuencia solo para uno de los afectados.
Uno se va, pero el otro se queda.
Se queda con los recuerdos, se queda con las dudas, con el porqué se acabó, con el qué hice mal o qué dejé de hacer…

miércoles

...Intentando creer en las hadas...

Intento seguir creyendo en las hadas.
Intento alargar la adolescencia.
Intento regresar al colegio.
Intento que todo sea como antes: sin complicaciones, ni malentendidos, ni desengaños, ni decepciones
Intento parar los relojes, pero quitarles la pila no es suficiente.
Intento volver a tener doce años, o catorce, dieciséis incluso....
Pero la realidad es que, inevitablemente todos crecemos...crecemos y maduramos...
Nunca Jamás queda cada vez más lejos.