11.sept.2010
De verdad que no entiendo el porqué de seguir escribiendo de vez en cuando sobre tí.
Sábado (ya domingo, en realidad), seis treinta de la madrugada, after party, camisón y sábanas de por medio y yo escribiéndote, cuando supuestamente he pasado página y eres un capítulo olvidado de mi vida.
Y sin embargo no.
No sé muy bien qué tipo de poder ejerces sobre mí, porque esta historia empieza a parecer el cuento de nunca acabar.
Porque llevo un montón de años superando "lo tuyo", porque ha habido taaaantos y tan variados tios de por medio que no sé a santo de qué vienes, pero siempre vuelves.
¿Porqué hoy, por ejemplo?
Sencillamente porque casi todo me recuerda a tí.
Esta noche, de casualidad, he coincidido con una antigua compañera de ambos. Podría relacionarla aproximadamente con otras cien personas, y sin embargo eres tú el que me viene a la cabeza al verla.
¿Quién sabe la causa?
En realidad te digo que ya no sufro absolutamente nada por tu indiferencia, porque está totalmente asimilada.
Pero no puedo evitar alegrarme muchísimo cada vez que te veo, saber algo de tí de vez en cuando y pensar que, en algún momento de tu existencia, sentarás aunque sea solo un poquito la cabeza y te darás cuenta de lo que tienes, y que, seguramente para entonces, yo seguiré aquí incondicional, sin importar el tiempo que pase, ni la cantidad de desaires que puedas hacerme, ni las cosas que me hayan pasado, porque como te decía antes, ejerces un tipo de influjo sobre mí que hace que, cada vez que creo que te he eliminado total y enteramente de mi mente (luego siempre se comprueba que es un absoluto autoengaño pero que, durante un tiempo funciona asombrosamente bien), apareces de nuevo por casualidad en mi vida; quizá unos minutos o unas pocas horas, y no vuelvo a saber de tí en meses; pero esos instantes son suficientes para que, durante tres o cuatro meses, yo siga día tras día teniéndote presente.
Has de saber, aunque sea un poco humillante para mí, que he llegado a la conclusión de que voy a esperarte hasta que, bien entres en razón, bien aparezca alguien más idóneo para mí; porque tras cuatro años sigo sin comprender qué es lo que tienes que me hace quererte solo para mí; qué es aquello que admiro o que me gusta de tí, porque como digo siempre; no sé si a modo de consuelo o para hundirme un poco más; me siento muy superior a tí en todos o casi todos los aspectos a tener en cuenta.
No sé qué es lo que cala en mí de manera tan profunda que me hace compara a todos contigo. Y descubrir con gran asombro que si no eres tú, no quiero a ninguno. Y que en el caso de quererlo (Por lo general, solo durante un rato), solo hago caso a réplicas de tu persona.
Así que para concluír te digo que, hasta nueva orden (que, aunque deseo fervientemente que el capitán mande mucho me temos que no será así) seguiré aquí aunque de manera consciente ni lo sepas ni lo quieras.
Que me niego a sufrir ni una centésima más, que seguiré queriendo verte o encontrarme contigo en cualquier sitio por casualidad, pues, ¿sabes una cosa? Verte, pese a que tú no pienses más allá, me hace feliz por un tiempo, aun sabiendo que, de momento y durante un largo período, esta es una historia imposible, porque eres un egoísta y un cabezota.
¿Quieres leer una última confesión?
No me gustan nada las parejas desequilibradas. Nada de nada.
Ver a uno de ellos entregado hasta los huesos y al otro mojarse solo hasta las rodillas o quizás, no ser así del todo en realidad, pero mostrarlo de esa forma ante el resto.
Es penoso, dá lástima, me produce verdadero congojo y sentimiento de compasión.
Es penoso, dá lástima, me produce verdadero congojo y sentimiento de compasión.
Desde el principio de los tiempos, dije a todas mis amigas ( o al menos a aquellas a las que tuve la valentía de hablarles de tí), que jamás me casaría contigo, y que, de hecho, no obedeces a ni una sola de las premisas de mi infantil lista de "EL MARIDO".
No el marido perfecto, sino EL marido, ya que si no cumpliese todos los epígrafes de la lista (o el 90% de ellos porque debido a mi ligera tendencia hacia la bipolaridad hay apartados que pueden contradecirse un poco) no merecería tenerme como esposa.
No el marido perfecto, sino EL marido, ya que si no cumpliese todos los epígrafes de la lista (o el 90% de ellos porque debido a mi ligera tendencia hacia la bipolaridad hay apartados que pueden contradecirse un poco) no merecería tenerme como esposa.
Un día llegué a la conclusión de que, aparte de no cumplir ni de lejos con nada de lo aparecido en la lista, entre nosotros siempre habrá una palpable diferencia de adoración el uno hacia el otro e, infinitamente más disposición por mi parte hacia tí que viceversa, algo que, como te he dicho antes aborrezco y, podrás suponer, en mis cabales nunca permitiría.
Pero ¿sabes? Un buen día, no recuerdo muy bien cómo, me dí cuenta que tratándose de tí poco me importaba, porque solo con el hecho de que me quieras o simplemente me prefieras al resto y me elijas como única, yo soy absolutamente feliz.
Y me da inmenso pavor decir esto, porque implica que por tí me rebajo a lo que sea.
Pero lo cierto es que no creo ser capaz de despertarme alguna mañana pensando en la sonrisa de otro, o de poder encontrarte una tarde en una terraza de la ciudad besando a alguna otra, porque creo que moriría.
Porque hasta hace no mucho yo tenía un corazón grande, vivo, enérgico y cambiante, que se ha ido ennegreciendo y haciéndose más pequeño con el paso de tu desidia, y que ahora, está inhabilitado para poder amar a otro, haciendo incluso que aquellos que ya estaban dentro y formaban parte de él salgan o pasen a un segundo plano.
Porque no me quedan lágrimas que derramar. Mi corazón está tan seco que no hay manera de exprimir ni una gota, que no me quedan fuerzas para intentar rehacerlo y que, en realidad creo que ni siquiera quiero hacerlo. Que prefiero seguir esperándote y anhelándote durante el resto de mi vida a pasar página, callar de un tortazo a mi corazón, ahogar sus protestas y buscar a otro que pueda quererme, pero no hacerme feliz, porque eso está solo en tus manos