...intentando seguir creyendo en las hadas...

domingo

Carta a aquel que no quiso escucharme

Madrid, finales de noviembre. 2009

Todo ha terminado, por fin se acabó.
En realidad termina algo que nunca llegó a empezar, algo que nunca tuvo un comienzo, algo que, seguramente solo existía en lo más profundo de mí.

Es  duro que las cosas con una persona a la que has querido tanto terminen tan mal.
Las peleas y las discusiones a veces son horribles, pero es mucho peor que no las haya, que no te dejen hablar, que te den la espalda y se alejen cuando por fin, después de tanto tiempo has decidido sacar a la luz todo lo que sentías.

Aunque solo fuese por desahogo, aunque supiese que no iba a ir a ninguna parte y la respuesta iba a ser, con toda probabilidad una negativa; necesitaba contártelo.
Pero no.
Ironías de la vida.

Creí que nunca podría decírtelo, que si tú no dabas el primer paso o la situación no era la idónea nunca llegaría a desnudarte mi alma.
Creí que me moriría de vergüenza, de miedo o de humillación, porque era casi tangible que me ibas a rechazar.

Pero el silencio, como el amor nunca es para siempre.

Después de tanto tiempo, de tantas lágrimas, de tantas noches dando vueltas sin poder dormir, o peor, agazapada en quién sabe qué rincón de la ciudad, etílica perdida; después de tantos y tantos momentos de silencio, la desesperación termina siempre por ganarle la batalla  a la vergüenza, al miedo y a la humillación.

Necesitaba hablar contigo, habar en serio y no como siempre, escondiendo verdades entre dobles sentidos, ironías, bromas, pullas y algún que otro insulto.

Necesitaba decirte que ya no me quedaban más fuerzas para  aguantar esa situación, ese continuo tira y afloja, ese ahora sí, ahora no, ese ni contigo ni sin ti, el pasarte  una noche entera solo conmigo y después estar tres meses sin saber absolutamente nada de tí.

En realidad no sabía ni cómo empezar ni qué quería decirte.
Ni siquiera sabía si hablaría contigo en busca de una respuesta o simplemente te pediría que te alejases definitiva y totalmente; que cuando me vieses no vinieras a saludarme (aunque, la verdad, ambos sabemos que eso nunca lo haces, siempre esperas desde algún lugar en el que, sin mucho esfuerzo, pueda fijarme en que me estás mirando y te das has dado cuenta de que he llegado; esperas a que vaya yo a saludarte, y te resistes a darme ni siquiera un beso, y me castigas con algún vacile y  esa media sonrisilla de niño travieso siempre en la cara).
Pedirte que no me escribieras de vez en cuando con cualquier tontería para picarme, que si te encontrabas conmigo en alguna fiesta,no me utilizases como tu bufón particular para pasártelo bien y tener compañía esa noche, que no vinieses a buscarme a clase para pedirme la calculadora, unos apuntes o algún que otro libro, porque todo ese tipo de cosas me hacían pensar que tenías un mínimo interés y que no era igual que las otras.

He de decir en tu favor, que me consuela que, aunque yo te de igual y no signifique nada para tí, te pasa lo mismo con las demás.
No sé si jugarás con todas como haces conmigo, ni si hay o ha habido alguna más sufriendo por tu culpa, porque los humanos somos así de tontos y de orgullosos, preferimos que de cara al público nuestra vida parezca de ensueño aunque estemos totalmente derrumbados por dentro, a mostrar  ante el resto cualquier signo de debilidad.

Me consuela que, si no has querido tener nada que ver conmigo, al menos no ha sido porque lo quieras con otra, sino por la sencilla razón de que eres un egoísta y prefieres vivir tu vida sin ningún tipo de ataduras y sin tener que rendirle cuentas a nadie.

No te lo reprocho, porque la verdad, es que si no es por tí, yo también prefiero ser totalmente independiente y hacer lo que me venga en gana, cuando quiera, con quien quiera y como quiera.

En realidad, es lo que hago y lo que he hecho hasta ahora, pero siempre con la duda, el temor o la esperanza de que eso pudiese cambiar, pero como ya he dicho antes, si no era contigo, ese cambio es más bien una complicación gratuíta en mi vida.

Ya no pienso en ti, ni lloro por las noches, ni me atormento con esas preguntas destructivas tipo qué hice mal, qué dejé de hacer, qué malinterpreté o de qué pude no darme cuenta, porque no van a ninguna parte, porque el problema no lo tengo yo, ni lo que haga ni lo que diga, el problema está en que tú ni te percatas de todo eso porque te doy igual.

Es más, no te doy igual, te doy absolutamente lo mismo, porque ni siquiera has sido capaz de escucharme, ni siquiera tuviste la valentía de oír  todo lo que tenía que decirte, porque sabías de qué iba el tema e iba a ser incómodo para ti, y por no pasar un mal rato; que al fin y al cabo ni te iba ni te venía y acabaría por olvidársete; me has dejado con la palabra en la boca.

Pero, ¿sabes? Al final ha sido productivo, porque después de casi tres años, este es el adiós definitivo, el adiós que he intentado decirte una y otra vez, el adiós que salía de mi boca, envolvía la parte racional de mi cabeza pero mi corazón no asimilaba.

Ha hecho falta una pequeña humillación, una decepción y un escaqueo por tu parte para darme cuenta de que todo esto ya no lleva a ningún lado, que  tengo que decirte un adiós tajante y no un inseguro hasta luego, que aunque no quieras escucharme, que aunque durante un tiempo necesite odiarte en silencio y desear que sufras lo que yo he sufrido, este adiós es definitivo.

Seguramente pase un tiempo hasta que te elimine apor completo de mi cabeza, y sé que me va a costar mucho tiempo, esfuero y voluntad encontrar a alguien que me guste como me has gustado tú; sé que hasta que no aparezca otro (si aparece), vas a ser como un fantasma que me ronde en los peores momentos, cuando esté triste, me sienta sola o tenga la autoestima por los suelos.

Pero necesito decirte definitivamente adiós. Aunque no quieras escucharme.

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