...intentando seguir creyendo en las hadas...

domingo

A aquella que me reemplazó

A aquella que me reemplazó
Madrid, mayo de 2008

Supongo que estás bastante sorprendida de aparecer aquí, y, sin embargo, eres una de las principales causas, sino la primera, de todo este caos.

Hace poco me preguntaste por teléfono: ”Porque...tú y yo ahora estamos bien ¿verdad?”
“Sí, claro...¿porqué no iba a ser así?” Te contesté yo.
Pero me dejaste bastante intrigada.
¿ A qué venía aquello? ¿A qué una necesidad de confirmar de manera tan clara nuestra amistad?
En realidad creo conocer la respuesta.

Aunque tu vida ahora no tenga nada que ver con la de antes y, parezcas o seas realmente feliz por ello, necesitas algo que te una con tu pasado, y ya el único nexo que te queda soy yo.

Necesitas esa confirmación no por cómo vives ni por lo que haces, ni siquiera por con quién estás, sino por tí misma, para saber que, aunque en otra situación, sigues siendo la misma persona.

Ahí sí que no puedo ayudarte, porque no conozco la respuesta.
Solo puedo decirte, si sirve de algo, que como decía Ortega, yo soy yo y mis circunstancias.

Ortega. Irónico, ¿eh?
Fue después de su examen cuando estalló todo, cuando para mí tuvo lugar la despedida, despedida de esas interiores y unilaterales de las que ya he hablado.

Fue el momento en el que ese hilo que en un inicio fue una cuerda gruesa y durante todo ese año se había ido debilitando cada vez más y más se tensó hasta romperse.

Tuvimos muchas peleas.Unas por mi culpa, otras por la tuya,varias por la de ambas e infinitas por la situación.
Sin embargo eran peleas pequeñitas, piques tontos, pero de esos que se juntan y van formando una pelota gigantesca.

Fueron como pequeñas batallas; y, en la guerra nunca se sabe cuántas batallas se van a librar hasta conseguir la victoria o la rendición del contrario.
Pero como esto no es la guerra, sino la vida misma; ni hay batallas, ni hay contrarios ni hay tampoco victorias.

Porque, en realidad, ambas luchamos codo con codo por una causa común, pero cada una guiándonos inconscientemente hacia una meta distinta.

Reconozco mi parte de culpa en todo esto.
Los celos pudieron conmigo. Pero nos celos de un novio posesivo, sino los celos del príncipe destronado; los celos de ese niño que pasa a un segundísimo plano con la llegada de un hermano nuevo.

De golpe dejé de ser tu juguete favorito para ser aquel que tienes guardado y utilizas mientras se cargan las pilas del otro; el coche viejo que coges cuando el tuyo está en el taller.

Pero como yo era juguete de un solo dueño, no pude reemplazarte tán facilmente como lo hiciste tú.
De hecho, a día de hoy mi vida está totalmente recompuesta, pero nadie ha llenado el vacío que tú dejaste.
La verdad es que no creo que ese lugar lo ocupe nadie nunca, porque ni es fácil ni quiero que eso suceda.

Poque como ya he dicho, la gente siempre termina por irse, y, total, para que lo reemplace durante un tiempo alguien que luego desaparecerá, prefiero seguir reservándote ese sitio aunque estés en un standby permanente.
En ese estado comatoso, pero sigues presente.

Porque no he conseguido decirte adiós, porque aunque el hilo que nos unía se rompió y nunca llegue a regenerarse, se le pueden hacer nudos.

Porque sí hubo una despedida. No un adiós, tampoco un hasta luego, sino...algo más parecido a un “nos veremos en otra vida”.

Ahora estamos en esa nueva vida, en la que no creo que pueda volver a decirte adiós; porque para decir adiós, primero tiene que haber un hola convincente, que, por el momento y hasta que no te despidas de otras ataduras de tu vida, creo que no vas a poder pronunciar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario